En español, en italiano, en portugués, en inglés… el término buitre tiene dos acepciones principales:
Ave rapaz de cerca de dos metros de envergadura, con el cuello desnudo, rodeado de un collar de plumas largas, estrechas y flexibles, cuerpo leonado, remeras oscuras y una faja blanca a través de cada ala, que se alimenta de carne muerta y vive en bandadas.
Persona que se ceba de la desgracia de otro.
Lamentablemente, ambas acepciones a menudo se entrecruzan, lo que ha terminado por identificar a los buitres como animales oscuros y aprovechados, a menudo relacionados con la muerte. Un estudio realizado por BirdLife International ratifica esta idea: el 75% de los encuestados asociaban a los buitres con el papel del enterrador de la naturaleza.
Esa mala fama es del todo inmerecida. El buitre es el auténtico sanador de la naturaleza.
Situados en la cúspide de la cadena trófica, eliminan con su dieta necrófaga la amenaza de enfermedades que surgen durante la putrefacción de los cadáveres. Son, por tanto, esenciales para mantener la salud del entorno y la nuestra. Sin ellos, las patologías podrían llegar incluso a las fuentes de agua y afectar a multitud de seres vivos.
Los buitres hacen este trabajo completamente gratis.
Son además grandes aliados de los ganaderos, no sólo por limpiar el campo, sino porque evitan el tratamiento e incineración de miles de toneladas de restos animales cada año. De esta manera, se ahorran millones de euros en gestión de residuos y se impide la emisión de cientos de miles de toneladas de CO2 anuales, en beneficio de todos. Se convierten así en unos magníficos aliados frente al cambio climático.
Sin embargo, los buitres están despareciendo de forma alarmante.
Estos son algunos datos:
En los últimos 30 años, el número de buitres en África occidental ha descendido en un 95% fuera de las áreas protegidas.
En la actualidad, el 75% de todos los buitres caminan de un modo u otro hacia la extinción. 16 de las 23 especies que viven en el planeta están amenazadas.
En la década de los 90, el 99% de los buitres del subcontinente indio despareció. Poco a poco, las poblaciones de India, Paquistán, Nepal o Irán van recuperándose, aunque están lejos de los números del pasado.
En la Unión Europea, la mayor parte de los buitres –por encima del 80%- se ubican en España, aunque también Portugal e Italia cuentan con poblaciones. Son, fundamentalmente, buitre negro y buitre leonado, a los que se unen otras aves necrófagas como el alimoche o el quebrantahuesos.
En un mundo en el que los buitres viven amenazados, los Gobiernos de España, Italia y Portugal, así como los responsables de la Unión Europea, han de velar por la salud de las comunidades de aves necrófagas que acogen en sus territorios. Y no lo están haciendo: los buitres en Europa están en peligro por el diclofenaco, un medicamento de uso veterinario. Es inocuo para el ser humano y para el ganado al que se administra, pero para estas aves es mortal. De hecho, fue el causante de la práctica extinción de los buitres en Asia.
Hay alternativas al diclofenaco, seguras para los buitres y de similar coste para el ganadero. Prohibir este fármaco en la Unión Europea es una cuestión de sentido común. Y es posible.
No seamos buitres con los buitres. Ayúdanos con tu firma aquí.